A partir del final de la guerra fría se configura un nuevo orden mundial, donde la cuestión de seguridad es parte de un discurso político y de un problema político. Sin embargo, para evaluar un problema es necesario encontrar la raíz, un culpable o aquellos factores que intervienen y representan una amenaza para la estabilidad. La lucha contra el comunismo se transforma en la guerra contra el terrorismo y el narcotráfico, enlazando las extremas religiones para descubrir un nuevo enemigo que no es político, sino racial o étnico.
De esta manera, el terreno para los discursos ultraderechistas se expande, y la incapacidad de las políticas tradicionales y de los partidos tradicionales cede espacio al acrecentamiento de las organizaciones de extrema derecha. En Europa, la ultraderecha se configura con rasgos de: nacionalismo, xenofobia, oposición al ultra liberalismo, oposición a la globalización y a organizaciones multinacionales como la Unión Europea, además de ser impulsores de una Europa sin inmigrantes.
La prohibición de las organizaciones de extrema derecha no es la solución para eliminar el problema que representan como amenaza para las sociedades donde prevalecen, en el caso de Alemania las asociaciones autónomas neonazis cada vez toman mayor fuerza encendiendo alarmas desde los sucesos ocurridos en Noruega, donde a pesar de la masacre desencadenada por el doble atentado en Oslo, a manos del ultraderechista Anders Breivick, el Partido del Progreso Noruego es la segunda fuerza política nacional con apoyo del 23% de los votantes en 2009.
Mientras que el antirracismo se extiende como movimiento social, el miedo, la intolerancia, la precariedad laboral, han impulsado el resentimiento por las minorías. La tercera fuerza política más votada de Hungría defiende los ataques a gitanos, judíos, homosexuales e inmigrantes. En Francia, Alianza Nacional Francesa, exige la reinstauración de las fronteras, y la prohibición de la libre circulación dentro del continente. Y aunque no es políticamente correcto promover la expulsión de los inmigrantes, los partidos de extrema Derecha lo hacen y frases como “El fracaso del multiculturalismo” pronunciadas por figuras como la Canciller alemana Angela Merkel y celebradas por el presidente francés Nicolás Sarkozy, solo amplían la popularidad derechista.
La represión o la prohibición sólo incrementaría la formación de organizaciones autónomas con discurso de inspiración ultraderechista, debería crearse un combate democrático a través de movimientos (como aquellos en los años 60 en defensa de los Negros y sus derechos) contando con el apoyo de los partidos tradicionales promoviendo la acción militante, y así operar como fuerza de contestación y de rechazo al racismo, la xenofobia y a todo tipo de conductas de ruptura y cierre comunitario; con el objetivo de transformar las mentalidades y promover la estabilidad social.